Derakhshan y la internet que tenemos que salvar, por Gabriella Literaria

Creo que el artículo de Hossein Derakhshan (https://es.wikipedia.org/wiki/Hossein_Derakhshan)  un bloguero que estuvo años en una cárcel iraní debido, en gran medida, a expresarse libremente en su página web, es de lo mejor que he leído en los últimos tiempos. Su texto es demoledor: tras seis años sin conexión, de repente se ve sumergido en un nuevo mundo virtual que no conoce: un mundo de Facebook y Twitter, donde la expresión escrita se ha vuelto cada vez más visual y más rápida. Seis años no son muchos, pero lo son cuando los ves desde la óptica de un hombre que alcanzó notoriedad ayudando a todo tipo de blogueros iraníes desde su web, cuyas palabras eran leídas y comentadas por personas incontables, y que ahora se lamenta de apenas poder conseguir cuatro o cinco “me gusta” desde su página de Facebook.   


A raíz de algunos comentarios y sugerencias, estas últimas semanas he estado pensando en recortar un poco mis artículos. A veces han llegado a superar las 4000 palabras. Esas son muchas palabras para leer por internet.
Pero ¿lo son? ¿O es que estamos tan acostumbrados al formato rápido, a la lectura por encima, al clickbait, al SEO que ofrece frases básicas, casi sin sentido, que cualquier narrativa que nos obligue a dedicar más de dos minutos de nuestro tiempo nos resulta insoportable?
En las webs culturales anglosajonas noto cada vez más preferencia por el longform, por el artículo largo largo, como en un ataque meditado contra la velocidad del crecimiento del culo de Kim Kardashian y los extractos veloces, llenos de gifs animados, de Grey. Aquí, en España, algo vemos, pero incluso los grandes suplementos de cultura parecen querer restringirse a ese consumo limitado, a las-1000-palabras-ya-son-muchas. Más de una vez he leído un artículo de revistas supuestamente de alta vanguardia y he pensado: “Qué buenas ideas; lástima que parece que le ha costado hasta rellenar 500 palabras”.
Y, sí, 500 palabras cuestan cuando hablas del pijama de Belén Esteban. ¿Pero qué pasó con el análisis, con querer ir más allá de lo superficial? Lo sé: al ritmo que hay que publicar contenidos (¡y las tarifas a las que se pagan!), parece que no queda más remedio. Y hay que ofrecer contenidos que no cansen al pobre lector, a ese pobre lector saturado de información y estímulo.
Abogo por decir: “No”. Quiero contenidos de calidad, que se metan en materia. Quiero artículos como el de Derakhshan, como el de Parks, como el de Barnes, como los de Popova o Manson. El truco no es tanto la longitud (se pueden decir grandes verdades con brevedad, que se lo digan a Gracián), sino el no tener miedo a profundizar, a pensar, a analizar y a intentar presentar ideas que sean algo más que un copypaste de lo que están gritando en todas las demás redes de tu sector.
La brevedad es buena y necesaria. Es entretenida. Los artículos cortos, bien hechos, son perfectos para determinadas necesidades y tiempos. Pero démosle también nuestra atención a otro tipo de lectura. El entretenimiento y la inmediatez son elementos que nos distraen también de lo importante, de lo profundo, como diría Morozov (o Bradbury). Vamos a detenernos, a consumir despacio, sin prisa. Recuperemos la internet de antes. Recuperemos los blogs de antes. Decidamos a qué le dedicaremos nuestra lectura en diagonal y a qué le daremos atención plena y lenta. Sobre ello reflexiona Derakhshan:
"A veces pienso que igual me estoy haciendo demasiado estricto conforme pasan los años. Puede que esto sea todo una evolución natural de nuestra tecnología. Pero no puedo cerrar los ojos ante lo que está pasando: una pérdida de poder intelectual y de diversidad y todo lo que eso podría significar para estos tiempos tumultuosos. En el pasado, la red era lo bastante poderosa y seria como para que acabaras en la cárcel. Hoy no parece mucho más que entretenimiento. Tanto que incluso Irán no se toma algunas redes lo bastante en serio (Instagram, por ejemplo) como para bloquearlas.
Echo de menos la época en que la gente podía estar expuesta a diferentes opiniones, cuando se molestaban en leer más de un párrafo o 140 caracteres. Echo de menos los días en los que podía escribir algo en mi blog, publicarlo en mi propio dominio, sin tener que tomarme el mismo tiempo para promocionarlo en numerosas redes sociales; cuando a nadie le importaba lo del “me gusta” o “compartir”.
Esa es la red que recuerdo de antes de ir a la cárcel. Esa es la red que tenemos que salvar."

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